Es probable que unas cuantas piedras colocadas unas sobre otras conformando esos elementos llamados paredes no parezcan tan acogedoras así a la primera de cambio. Que una estancia sea más o menos acogedora lo consiguen las personas que la habitan. Estas personas a su vez, pueden poner todo su esfuerzo y cariño para que esa sensación de confort se transmita a sus invitados. Así es como se crea un hogar.
Dan palmas de alegría. Una alegría pétrea jamás sentida antes, y es que Miguel y su equipo han conseguido dar vida a estas paredes, antes de fría piedra y ahora de piedra templada por el amor que transmiten en su trabajo.
Un amor y dedicación que se aprecia en cada gesto y en cada uno de los platos que tan exigentemente prepara Miguel González Quintela y su equipo.
Hace tiempo que llevo queriendo probar los platos de Miguel, antes en el Restaurante San Miguel de Ourense y ahora en Ourense también pero en una nueva aventura en Pereiro de Aguiar, con un hotel rural en el cual se aloja el restaurante y varias salas.
Pero yo no hablaría del restaurante de un hotel, más bien me atrevería a mencionar los platos de un restaurante con alojamiento o mejor aún, diría que es comer en la casa de uno de los mejores cocineros de nuestra comunidad.
Y no exagero cuando digo que es de los mejores cocineros. En sus platos se concentra todo lo que le puedes pedir a una elaboración perfecta: estética, sencillez, atrevimiento y sabor.
Empezamos con unos entrantes de jurel marinado envueltos en un plástico comestible. Uno de los entrantes más divertidos que he probado hasta la fecha. Todo el mar en la boca de un ‘fogonazo’.
Crema de ropa vieja con tropezones de chorizo de cebolla y papada de cerdo. Sutil, sencillo y sabroso.
Boletus, yema confitada al romero, parmesano, cebolla frita y maíz. Ingredientes que nacieron para estar juntos para siempre. Un plato de otoño donde los haya.
Bocado de mar. Mejillón, berberecho, agua de percebe, bogavante, aire de laurel y hoja de ostra. Una obra maestra en un plato. Una presentación magistral y su sabor, como su nombre indica, es comerse el mar. Este tipo de platos son los que hacen que uno se enamore de la cocina (si es que se puede más…).
Foie, manzana, moscatel y pimiento. Sencillo, suave. Los dulces del foie y la gelatina de moscatel se unen en un equilibrio perfecto.
Merluza, ajadas, grelo y remolacha. Siempre posicioné a los grelos con la carne, pero me sorprendió lo bien que van con la merluza también. La verdad es que la merluza, al tener un sabor tan suave, va bien con todo o casi todo.
Cordero deshuesado asado, salsa de maracuyá, castaña seca y yuca frita. Potencia de sabor en el cordero y la acidez de la fruta, esto lo hace curioso pero agradable. Soy un incondicional de la castaña pilonga.
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Tarta de manzana y helado de caramelo. Combinación perfecta.
Torrija caramelizada y helado de vainilla. Un clásico que nunca defrauda. Torrija de pan brioche y un helado en su punto.
En resumen, esta es la parte de la gastronomía más divertida. La parte en la que descubre sabores, texturas y formas distintas de ver los productos transformados en verdaderas obras de arte para los sentidos.
Miguelizaros mis comilones.