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Damos vueltas por casa y siempre hay cosas que hacer, juegos que desempolvar y álbumes para hojear y realimentar nuestro recuerdo. Limpiar el polvo, reordenar armarios, cocinar recetas imposibles y desesperarnos porque no nos queda ese plato como el que tan perfectamente nos explicó en su directo ese chef con incontables estrellas Michelín, volvemos a nuestra tortilla francesa. Hay muchas cosas por hacer sin salir de casa. Podríamos incluso, retomar aquella novela a medias y otro ciento de libros que tenemos en la estantería desde hace ya años. De paso les limpiamos el polvo también. Así se nos pasa el día de maravilla, casi sin darnos cuenta.

Pero entre todo ese vaivén de quehaceres domésticos, existen cinco minutos. Esos cinco minutos en los que ves el reloj otras cinco veces. Esos cinco minutos que parecen semanas enteras. Es curioso tener la sensación de que los días se te pasan rápido y las semanas lentas, pero es por culpa de esos cinco minutos que cada día nos rinden como horas enteras. Sólo son cinco minutos de los mil cuatrocientos treinta y cinco restantes del día. Pero esos cinco minutos son una eternidad.

Lo que sí es verdad es que, en nuestro caso particular, esos cinco minutos nunca aparecen por casa a partir de las 20:00h, ni durante el tiempo de emisión del Comer e Falar Live, que contrarresta el tiempo mal invertido en esos cinco minutos infernales.

En este programa Lucía nos cuenta como llevan los medios de comunicación este confinamiento en Galicia. María nos relata una aventura (nada deseable) que todavía tiene a flor de piel y Jerónimo de su nueva aventura como chef por tierras australianas.

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