Llevo todo el día escuchando canciones de Antonio Vega, en particular «El sitio de mi recreo» unas cuantas veces, en concreto el vídeo de una de las últimas actuaciones del maestro de la tristeza (como me gusta calificarlo)
En este vídeo la sucesión de primeros planos de Antonio me llevan a reflexionar sobre el costo de la creatividad. Este muchacho la tenía y mucha. Si lees detenidamente cualquiera de sus letras puedes darte cuenta del doble significado de todas ellas y de la sutileza con que trataba las frases, las palabras.
Todo lo contrario que lo que hacia con su cuerpo, al que precisamente bien nunca lo ha tratado. Pero eso no le preocupaba, seguramente le haría más daño no poder sacar esas letras de su cabeza y transformarlas en canciones que lo que le pudiera pasar por los excesos. Los excesos al fin y al cabo solo son algo físico y estoy convencido que Antonio Vega se ha ido con el alma bien tranquila.
La creatividad es algo que se lleva dentro y puede tener diversas formas. Tampoco siempre es necesario sacarla a pasear, eso va en cada ser.
Lo que si disfruta este blog es cuando nos sentamos en la mesa de algunos cocineros cuya creatividad les chorrea por los poros y se mezcla con la pasión que generan los fogones. Entonces es, amigo mío, cuando disfrutamos al nivel más alto y nada más ver el primer plato un nuevo post empieza a hacer presencia en la imaginación del aquí escribiente.
Emilio Vila